Correspondiente al lunes 30 de agosto, segunda parte
Llegada a St. Laurent-sur-Mer (Omaha Beach)
Tras una buena siesta abordo (llevo una falta de sueño acumulada como para cubrir las imaginarias de toda una mili), a volver a conducir por la derecha. No creáis, estaba ya tan acostumbrado a la izquierda, que he tenido que ir muy alerta y pensando en cada momento por qué lado toca esta vez. Pero lo que sí se nota es un volumen de tráfico completamente diferente, ¡qué maravilla!
Y, tras adquirir un mapa detallado a la primera oportunidad, para evitar estar adivinando, he llegado a St. Laurent-sur-Mer, un diminuto pueblo en el mismísimo centro de Omaha Beach, una playa de 8 kilómetros crítica en el Desembarco, que en realidad tenía otro nombre, pero tras la IIGM todo el mundo se refiere a ella por la denominación clave que le dieron los aliados (lo mismo ocurrió con las actuales Utah, Gold, Juno y Sword). Chocan esos nombre secos, duros, contundentes, con los de las localidades vecinas, mucho más poéticos y azucarados.
El B&B, una especie de casa solariega, que por dentro parece un palacio, con una decoración con solera, muy francesa, muy cuidada también. Soy el único guest de esta familia de los cuatro miembros típicos, que me han recibido haciendo sus cosas, con el chaval viendo la tele en el salón. La sensación es total de host family.
Tengo una habitación enorme, con 2 camas (una de ellas de matrimonio king size, repleta de grandes cojines) y 3 butacas, un armario ropero de los de patas y dintel curvilíneo con un cordón dorado que pende de la llave de hierro que descansa en su cerradura, chimenea (condenada) sobre la que se luce un reloj clásico cubierto por una campana de cristal, mesillas dominadas por sendas lámparas de lectura con pantalla de cristal verde (como de biblioteca de Oxford) de las que cuelgan las respectivas cadenitas para su encendido, lienzos enmarcados en barrocas molduras doradas, y tres alfombras parcialmente superpuestas, que cubren sólo la parte transitable de un suelo de largos listones madera rústica, oscura. La puerta, altísima y sin pestillo, incrementa la sensación de invitado en la casa, más que de cliente de hotel. Y, sobre la mayor de las camas, dos pequeños espejos enmarcados también en dorado, más un tercero convexo entre ellos dentro de una moldura que semeja los rayos del sol. Todo muy clásico; todo muy francés.
Mis anfitriones han sido encantadores, también a este lado del Canal de La Mancha. Lo han sido al recibirme, al enseñarme la habitación, al alabar inmerecidamente mi chapurreado francés, y al dedicarme sus veinte minutos a contarme los principales atractivos de la zona e indicármelos sobre mi nuevo mapa, incluso con recomendaciones sobre la hora más aconsejable para visitar cada sitio.
Respecto al idioma, son tan generosos en gran medida por la ilusión que les hace que les intentes hablar en su lengua. Aunque esta zona, probablemente, lo lleva mejor que ninguna otra de Francia por su proximidad y relevancia como puerto de acogida a los ferrys, en general en las Galias molesta mucho que les hables en inglés. De hecho, todos valoramos cuando, estando en nuestro país, el visitante extranjero al menos intenta comunicarse en nuesro idioma, aunque lo haga mal. Lo contrario nos parece prepotencia, o desprecio hacia nuestra cultura. Pues aquí también. Ahora toca la lengua de Molière.
Antes de dar la jornada por terminada, había que aprovechar los últimos rayos de sol sobre la playa de Omaha, que está a apenas 800 mts de mi B&B. En realidad, los ultimos rayos también se habían largado antes de llegar yo, así que me he conformado con la poca claridad que quedaba, que por supuesto creaba una luz púrpura muy adecuada para el lugar.
Impresiona ver la playa desierta, a esa hora tardía, con el fuerte sonido y olor del mar, con algunos bloques de acero y cemento (empleados hace 60 años para construir un puerto de emergencia en tan sólo 2 semanas, que diera entrada a la invasión) asomando a la superficie como la aleta dorsal de un tiburón, ¡oh, bajamar indiscreta! Impresiona imaginar el estruendo reinante de aquel largo día (El día más largo), la tensión, el miedo, el caos... en lo que hoy es una playa mortalmente tranquila. Hay que joderse, de lo que somos capaces.
Me han hablado de varios destinos imprescindibles (el cementerio americano, las baterías de Longues-sur-Mer, Pointe du Hoc, Arromanches-les-Bains), que espero poder visitar mañana. Pero para reducirlo a esa breve lista ha hecho falta un esfuerzo extra por parte de mis anfitriones, que advierten que hay mucho más que ver. Hasta ahora, el sitio me gusta, los B&B parecen funcionar al menos igual de bien que en UK y la oportunidad de sumergirse en la historia parece única.
Dicen que de una boda sale otra boda. Me parece que a Normandía le acaba de caer el ramo...
Que pasada de playa, menuda sensación tiene que ser poder presenciar ese momento! Gracias por esa foto!!!
ResponderEliminarAhí va una sugerencia.
ResponderEliminarAtravesar la bahia de M.St.Michel andandando, aprovechando la marea baja, hay excursiones de pocas personas con guía . Distancia + - 12 km ida y vuelta.
Las fotos expectaculares seguro y conociendote mas expectaculares todavia.
ver paginas web